Los tiempos cambian, la jornada laboral también

abril 17, 2023
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Si te dicen “jornada laboral” inmediatamente piensas en alrededor de 40 horas semanales, y en jornadas de alrededor de 8 horas. Después de todo, llevamos más o menos un siglo trabajando 8 horas, 5 días a la semana. Pero no siempre ha sido así, y todo indica que no seguirá siendo así por mucho tiempo. 

Desde que existe el trabajo formal, la jornada laboral ha pasado por muchas etapas hasta llegar a lo que conocemos hoy. Ha evolucionado, aunque de manera un tanto lenta, para promover la calidad de vida de los trabajadores y la economía de las empresas.

En el período preindustrial no existía la jornada laboral regular, pero las horas de trabajo podían llegar a 100 por semana, sin descanso en fines de semana. A partir de la revolución industrial, la jornada laboral promedio era de 16 horas diarias. Las cosas no habían cambiado demasiado. Hasta que empezaron a hacerlo.

En 1810, surgen movimientos en Inglaterra que reclaman la reducción de la jornada a 12 horas diarias. Al mismo tiempo, aparece la jornada de 10 horas en las fábricas de Robert Owen quien, en 1817, lanza una campaña que promovía 8 horas de trabajo, 8 horas de descanso y 8 horas de recreación, algo considerado utópico en la época.

Treinta años después, el Reino Unido aprueba la primera ley de 10 horas de trabajo por día. No para todos, sino para mujeres y niños. Al año siguiente, en 1848, los trabajadores franceses consiguen la jornada laboral de 12 horas.

Unas décadas más tarde, empiezan a surgir en varios países los reclamos por una reducción de la jornada laboral a las 8 horas. Una de las protestas en reclamo por la jornada de ocho horas tuvo lugar a fines de abril de 1886 en Chicago, Estados Unidos, y se extendió hasta principios de mayo, con el apoyo de una huelga nacional que abarcó a trabajadores de más de mil fábricas.

Tras incidentes entre autoridades y manifestantes, la represión policial que había dejado varios muertos y heridos, motivó la convocatoria a una protesta el día 4 de mayo, en la plaza Haymarket y el resto es historia: estalla un explosivo que deja como saldo varios agentes y manifestantes muertos, se realiza el juicio a los “mártires de Chicago”, quienes son condenados a muerte (y cadena perpetua en algunos casos).

Al poco tiempo, el 1° de mayo pasa a la historia en varios países como símbolo de la lucha por los derechos de los trabajadores, ejemplificada en la jornada laboral de 8 horas, y unos años después, un nuevo juicio demuestra que los condenados habían sido acusados injustamente. 

Los reclamos, protestas y conflictos se sucedieron durante el siglo XIX, y a comienzos del siglo XX, la jornada laboral de 8 horas diarias empieza a volverse realidad en muchas partes del mundo. Australia la aprueba en 1916, tras más de medio siglo de reclamos, la revolución rusa impone la medida en la Unión Soviética en 1917, y Francia aprueba la Ley Bérard-Jourdan de 8 horas, en 1919.

¿Y por casa cómo andamos?

También en 1919, en España, la Gaceta de Madrid publica el 4 de abril de 1919 el decreto real de una jornada laboral máxima de ocho horas diarias y 48 horas semanales.

Esta medida se adopta tras la intensa huelga de 44 días de los trabajadores de la empresa La Canadiense en Barcelona, a la que se unieron más de cien mil personas. Con la ciudad paralizada, la empresa aceptó el reclamo de los trabajadores. 

Sin embargo, muchos años antes de la huelga de Barcelona o el decreto de 1919, ya había quienes impulsaban la jornada laboral de 8 horas. Por ejemplo, Felipe II, quien, en pleno siglo XVI, estableció lo siguiente:


«Todos los obreros de las fortificaciones y las fábricas trabajarán ocho horas al día, cuatro por la mañana y cuatro por la tarde; las horas serán distribuidas por los ingenieros según el tiempo más conveniente, para evitar a los obreros el ardor del sol y permitirles el cuidar de su salud y su conservación, sin que falten a sus deberes»

Reducir la jornada laboral para mejorar la productividad: Ninguna novedad

Ya en 1926, Henry Ford, empresario industrial y fundador de Ford Motor Company, anunció que en lugar de trabajar 9 horas al día, durante 6 días, se trabajarían 8 horas durante 5 días, totalizando 40 horas semanales. Además, decidió aumentar el salario de los trabajadores a 5 dólares por día trabajado, para que este cambio no afectase el valor recibido. Él creía que reducir las horas de trabajo aumentaría la productividad de los trabajadores, además de estimular el consumo.

Ford Motor Company se convirtió en una de las primeras grandes empresas en adoptar la semana de 40 horas y, como resultado, muchas otras empresas estadounidenses siguieron el ejemplo.

Hacia 1930, la jornada laboral de 8 horas y semanas de 5 días ya se consideraban normales en la sociedad, aunque todavía no estaban reconocidas en todo el mundo. En el correr del siglo XX se fue consolidando como el modelo laboral universal. Con excepciones.

En Chile, por ejemplo, hasta abril de 2023, las 40 horas semanales no eran norma, se podía trabajar hasta 45 horas. El 11 de abril se aprobó una ley para la reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales. Esta ley se aplicará progresivamente durante los próximos cinco años.

¿A quién se le ocurre reducir la jornada laboral aún más? 

Una de las primeras menciones sobre una semana laboral de cuatro días provino del economista británico John Maynard Keynes en 1930. En “Posibilidades económicas para nuestros nietos”, plantea que para finales del siglo XX, la semana laboral sería de 4 o hasta 3 días, 15 horas por semana.

Consideraba que con el paso del tiempo, gracias a las nuevas máquinas y tecnologías, así como a las nuevas ideas, los seres humanos nos volveríamos más productivos, y que una hora de trabajo alcanzaría para producir cada vez más. En este escenario, Keynes suponía que simplemente decidiríamos trabajar menos para poder tener más tiempo para disfrutar de la vida. No suena mal.

Otro defensor de la semana laboral de cuatro días fue el economista estadounidense Walter Reuther en 1950. Argumentó que la reducción de la jornada laboral sería un medio para mejorar la calidad de vida de los trabajadores y reducir el desempleo.

Walter Reuther defendió la semana de 4 días, con 32 horas de trabajo en los ‘50, pero recién a partir de 1970 aumenta de forma rápida el interés de los sectores público y privado en la idea de una semana laboral reducida” (pagina 24).

En 1956, Richard Nixon predijo que la semana de trabajo de cuatro días estaba cerca, y que traería una vida familiar más completa para cada estadounidense.

Sus ideas sobre la importancia de la productividad y la calidad de vida en el lugar de trabajo han influido en los debates sobre la reducción de la carga horaria laboral a lo largo del tiempo. 

Y, aunque ya ha pasado un buen tiempo desde 1956, y no es una realidad mundial, en los últimos años, la propuesta de una semana de trabajo más corta ha ganado importancia en todo el mundo. 

Sus defensores argumentan que una semana de trabajo más corta puede mejorar la salud física y mental, aumentar la productividad y reducir el impacto ambiental. Pero todavía hay un largo camino por recorrer hasta que la semana de 4 días sea una realidad.

Aunque la historia de la jornada laboral ha estado marcada por luchas y conflictos, también ha habido avances significativos en la legislación y en las prácticas laborales en todo el mundo. Las leyes y regulaciones que establecen una jornada máxima de trabajo, como las 8 horas diarias y las 40 horas semanales, son un ejemplo de ello.

Además, la creciente conciencia sobre la importancia del equilibrio entre trabajo y vida personal está llevando a muchas empresas a adoptar horarios de trabajo más flexibles, incluida la semana laboral de cuatro días, apoyadas por estudios que demuestran los beneficios de la reducción de la jornada laboral, tanto para las empresas como para los trabajadores. Win. Y Win. 

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